LA CABINA (1972) – Antonio Mercero – Minimalismo sobre la soledad de nuestro tiempo

La cabina ganó en 1973 un Emmy al mejor programa de ficción. Poco para lo que merecía. La cabina es una de las joyas producidas en el tardo-franquismo. Es, sobre todo, por encima de todo y ante todo, una crítica a la soledad y al sistema (y no al sistema franquista) sino al sistema de vida, en general. Si hoy se filmara de nuevo, debería mostrarnos la cabina en la que se encuentra encerrada la mayor parte de nuestra sociedad: sin puertas, pero con una terminal 5G en la mano… El peor de todos los encarcelamientos: en una celda sin paredes.

FICHA

TITULO: LA CABINA

AÑO: 1972

DURACIÓN: 35 minutos

DIRECTOR: Antonio Mercero

GÉNERO: Drama

ARGUMENTO: Un padre de familia, tras dejar a su hijo camino del colegio, se introduce en una cabina telefónica recién instalada. No logra hablar por el aparato, pero queda encerrado y no hay forma de sacarlo de allí. Es objeto de burlas, de curiosidad, incluso de muestras de solidaridad, pero nada hace que pueda salir de su angustia.

ACTORES: José Luis López Vázquez, Agustín González, Goyo Lebrero, Tito García, Carmen Martínez Sierra, Carmen Luján, María Vico, Felipe Martín Puertas, José Montijano, Blaki, Antonio Moreno, José Miguel Aguado, José Manuel Hoyos, Moisés García

 

 

CLIPS

CLIP 1 – CRÉDITOS: UNA PRODUCCIÓN DE LA MUY OFICIAL TELEVISIÓN ESPAÑOLA


CLIP 2 – UN PADRE DE FAMILIA CURIOSO DESPIDE A SU HIJO


CLIP 3 – ERROR CATASTRÓFICO: ENTRAR EN LA CABINA


CLIP 4 – SOLIDARIDAD… HASTA CIERTO PUNTO


CLIP 5 – LA DESGRACIA CONVERTIDA EN ESPECTACULO PUBLICO


CLIP 6 – PRIMEROS SIGNOS DE ABATIMIENTO


CLIP 7 – NI SIQUIERA LOS BOMBEROS RESUELVEN EL PROBLEMA


CLIP 8 – LOS QUE HAN ORIGINADO EL PROBLEMA LO RESUELVEN…


CLIP 9 – EL ESPECTACULO SE HACE MOVIL


CLIP 10 – OTRAS CABINAS, OTROS ENCIERROS, OTROS AISLAMIENTOS


CLIP 11 – LEJOS, MUY LEJOS, O LA EXTINCIÓN SIN GLORIA. CABINAS VACIAS: MUERTOS.


CLIP 12 – DESESPERACIÓN  MUERTE Y OTRA CABINA VACÍA EN EL BARRIO


 

Carteles y programas

 

 

 


Cómo localizar la película

A TRAVÉS DE EMULE: LA CABINA (formato MP4)

A TRAVÉS DE EMULE: LA CABINA (formato AVI)

En FlixOlé: LA CABINA

A TRAVÉS DE RTVE: LA CABINA

A TRAVÉS DE YOUTUBE: LA CABINA

 

Lo menos que puede decirse sobre LA CABINA

Si Tamaño Natural de Berlanga, aspiró a ser una denuncia contra la soledad y terminó siendo un canto a parafilias y fetichismos, La Cabina de Antonio Mercero, puede reivindicar el rango de ser la mejor denuncia al aislamiento social y a la soledad filmado durante el franquismo. Porque eso es, ante todo y sobre todo. Negamos lo que afirman una y mil veces, críticos que repiten mensajes emitidos por otros anteriores, de que se trate de una denuncia contra el régimen franquista. No solamente no era eso, sino que se realizó gracias a RTVE y se emitió en este medio: la televisión franquista. Mercero, por lo demás, no fue, desde luego, un activo militante antifranquista, ni un director que hiciera precisamente gala de un “espíritu progresista”. La Cabina fue su primera película, un mediometraje. Así que pongamos las cosas en su lugar. La película es una crítica ácida a las sociedades modernas. Sigue siendo todavía actual. No es una crítica a una situación política concreta, es una crítica a una forma de vida que nos aísla a unos de los otros, que nos encierra en cubículos de los que no podemos salir, aunque queramos: nuestra propia soledad. Es una historia de insolidaridad, de aislamiento, de insatisfacción e incomprensión.

El guion fue escrito por Mercero al alimón con José Luis Garci y hay que reconocer que su simplicidad no podía sino conducir al éxito más absoluto. En su estreno televisivo fue un fenómeno. Y allí donde se proyectó generó admiración. El resultado fue una granizada de premios internacionales y nacionales, tanto para su director como para su protagonista, José Luis López Vázquez.

De todas las interpretaciones que se han hecho de este mediometraje, sin duda, definirla como “kafkiana” es la más adecuada. El aislamiento y la soledad, la preocupación por la creciente deshumanización de la vida, eran temas que preocuparon y atrajeron a Kafka y le facilitaron la excusa para escribir sus más famosas historias. Ninguna de ellos tenía sentido, eran absurdos que planteaban problemas y conducían a denuncias sociales.

Se conoce suficientemente el argumento: un hombre maduro, tras acompañar a su hijo al autobús del colegio, ve en el centro de la plaza lo que parece una cabina telefónica. Ha sido colocada unos minutos antes por unos empleados. Por pura curiosidad, el protagonista entra en el interior de la cabina. El teléfono todavía no funciona, pero al intentar salir ve que la puerta se ha atascado. Pedirá ayuda a los viandantes y la recibirá: todos los que intentan forzar la apertura, terminan desistiendo de su intento. El protagonista, mientras, en el interior de su encierro, una jaula acristalada, se desespera, llora, reacciona con ira; ni bomberos, ni policía urbana, ni vecinos desinteresados, logran liberarlo de su encierro.

A medida que va pasando el tiempo, el coro de gente que se concentra ante la cabina, va reaccionando de maneras diversas: curiosidad, burla, interés, morbosidad… Hasta que, finalmente, reaparecen los operarios, vuelven a trasladar la cabina al camión y parten con rumbo desconocido. En su interior, el protagonista va perdiendo poco a poco la esperanza: salen de Madrid, cruzan carreteras nacionales y comarcales y, finalmente, llegan a su destino. El camión se ha cruzado con otros que también llevan a otras cabinas con prisioneros en su interior y al llegar al destino, puede ver cabinas con cadáveres en descomposición. No hay esperanza para él, solo desesperación, perplejidad y muerte. No puede hacer nada y cae derrumbado en el suelo de la cabina.

La última escena es antológica, en la misma plaza, los mismos operarios, llevan otra cabina idéntica. Nadie duda que atrapará a una nueva víctima.

En apenas media hora hemos visto lo que supone la soledad y la imposibilidad de establecer relaciones normales en una sociedad en la que cada uno de nosotros está aislado de los demás. Hace unos años leí una historia que me impresionó: estamos en una ciudad, es de noche, se ha ido la luz en toda la ciudad; dos personas, un hombre y una mujer, se ven obligados a refugiarse en una cabina para protegerse de asaltantes y agresores que dictan su ley en medio de las tinieblas. En pocos minutos son conscientes de que han nacido el uno para el otros, son personas complementarias. Vuelve la luz, salen de la cabina, nunca más volverán a verse. Y, sin embargo, uno vive junto al otro en un piso del extrarradio: solo les separa una pared de ladrillos. Eso es la soledad y la incomunicación. Esa es la vida propia de una gran ciudad. Mercero y Garci repiten la misma historia con el símbolo de la cabina.

La cabina tiene el aliciente de que es una jaula transparente. No se puede ocultar gran cosa allí. Todo lo que hagamos será visto por los que permanecen fuera. Pero algo nos impedirá comunicar con ellos y mantener algún tipo de relación. Estamos solos en medio de la masa. Tal es la interpretación que nosotros damos a este producto brillante y que aún hoy sigue manteniendo una actualidad y vigencia, mayor a la que tuvo hace cincuenta años. Vale la pena recordar que la cinta fue concebida por sus autores como una “película de terror”, deliberadamente ambigua para que cualquiera pudiera interpretarla según su leal saber y entender.

Inicialmente, Mercero y García se habían propuesto realizar para televisión una serie que debería llamarse 13 pasos por lo insólito. Debía de ser una especie de réplica a las Historias para no dormir que Chicho Ibáñez Serrador. Por algún motivo que ignoramos, el proyecto no prospero, pero Mercero convenció a los directivos de la época de que financiaran la primera historia que habían concluido: La Cabina. Mercero, se había hecho extraordinariamente popular con una serie que había tenido un gran éxito, Crónicas de un pueblo, y el “ente público”, se sentía en deuda con él. La película se rodó en su mayor parte en la Plaza de Arapiles de Madrid. Se emitió en la Primera Cadena el 13 de diciembre de 1972. Causó un gran impacto, hasta el punto de que, durante unos meses, era frecuente que muchos ciudadanos al entrar en una cabina, la dejaran abierta para evitar encontrarse en la tesitura del protagonista. Es el producto de Televisión Española que más se ha difundido en el mundo, incluso en nuestros días. Sería interminable recordar todos los premios nacionales e internacionales que recibió, quizás el más memorable de todos ellos, lo recibiera Mercero poco después de su muerte. En efecto, una cabina idéntica a la que aparecía en la cinta fue colocada en Chamberí muy cerca de donde se rodó.

Es una de esas cintas que hoy siguen siendo tan actuales como lo fueron en el momento de su estreno, marca que define las obras de arte excepcionales.

 

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