EL BUEN AMOR (1963) – Francisco Regueiro – ¿Nunca pasa nada en Toledo?

Fue nominada a la Palma de Oro en el festival de Cannes del 63… Era esa tipo de cine en el que el director aspira a decir mucho sobre la juventud, pero la impresión que se le queda al espectador, tanto en 1963, como hoy, es que el par de protagonistas era, literalmente, lelo. Una vez más Regueiro ha descrito a una generación que era completamente diferentes a cómo la pinta. Lo más molesto son las “pinceladas” políticas que hay que sobreentender como si se tratara de "valientes" críticas al orden político establecido, cuando no dejan de ser comentarios inocuos, imágenes tópicas de una España y de una juventud que en 1963 ya no era así

FICHA

TITULO: El buen amor

AÑO: 1963

DURACIÓN: 82 minutos

DIRECTOR: Francisco Regueiro

GÉNERO: Drama

ARGUMENTO: Una pareja de jóvenes estudiantes se desplazan a Toledo para pasar todo el día. Ella es una hija de papá y él estudiante originario de Valladolid. Son novios, pero apenas se conocen y este viaje debería ser para establecer puentes entre ambos. Pasan casi todo el día juntos alternando distintos estados de ánimo

ACTORES: Simón Andreu, Marta del Val, Chir Bermejo, Enriqueta Carballeira, Wilfredo Casado, Sergio Mendizábal, Enrique Pelayo, Luisa Muñoz

 

 

CLIPS

CLIP 1 – CRÉDITOS Y UNA MENCIÓN A NUESTRO BUEN ARCIPRESTE DE HITA


CLIP 2 – UNOS GUARCIAS CIVILES INQUIETANTES ANTE EL CERRO DE LOS ANGELES


CLIP 3 – AQUELLOS VAGONES DE PRIMERA QUE ERAN LO OPUESTO A LOS DE TERCERA. “NO COMETAS LA PATOCHADA DE TOMAR SIMPATINA”


CLIP 4 – EN LA ESTACIÓN DE LA CIUDAD IMPERIAL CON EL ALCAZAR DE LOS HÉROES AL FONDO


CLIP 5 – UN IMBERBE EN LA BARBERÍA DE LOS 60


CLIP 6 – CONVERSACIONES INTRASCENDENTES EN EDIFICIOS TRASCENDENTES


CLIP 7 – OS ASEGURO QUE, EN LOS 60, NI SIQUIERA LOS NOVIOS MÁS ENAMORADOS ERAN TAN JULAYS COMO ESTE PAR PRESENTADO COMO ARQUETIPO


CLIP 8 – BESUQUEOS EN EL MUSEO DE EL GRECO


CLIP 9 – UNA PALMADA EN EL CULO QUE CUESTA UNA DISPUTA


CLIP 10 – BUSCANDO UNA ALTERNATIVA ENTRE LAS MODISTILLAS TOLEDANAS


CLIP 11 – LA RECONCILIACIÓN NUNCA ES FÁCIL


CLIP 12 – ELLOS SE VAN… TOLEDO -ETERNA- SE QUEDA


 

Carteles y programas

 

 

 

Cómo localizar la película

A TRAVÉS DE EMULE: EL BUEN AMOR (en formato MKV)

En FlixOlé: EL BUEN AMOR

En RTVE play: EL BUEN AMOR

 

Lo menos que puede decirse sobre EL BUEN AMOR

Antes de El buen amor, Regueiro solamente había filmado un par de cortos como trabajos de la Escuelo Oficial de cinematografía. Era 1962, pero su primera película que conserva interés y que no ha envejecido como otras de su producción, debió esperar hasta 1965, Amador, un asesino en serie. Entre ambas, en 1963 rodó su ópera prima, El buen amor. A pesar de que la película ha sido -y sigue siendo- elogiada por la crítica progresista, lo cierto es que se trata de una obra muy mediocre, fruto de la inexperiencia e incluso de rémoras ideológicas que terminan aburriendo y que están presentes desde los primeros momentos y a lo largo de toda la cinta: se trata de lo que considera “símbolos del franquismo”: el Alcázar de Toledo, la Guardia Civil, el Greco, monjas y curas… Cualquiera que tenga memoria histórica libre o se haya preocupado por investigar ese período de la historia de España, sabe que podrían aportarse símbolos mucho más significativos y expresivos de aquellos años: una playa turística, las obras en un polígono industrial, la construcción de una presa, la inauguración de decenas de miles de viviendas protegidas, etc, etc, etc. Pero Regueiro prefiere la caricatura para resaltar la ingenuidad de los dos jóvenes protagonistas de su película que conocen el amor durante 12 horas en la imperial Toledo.

“José” es un estudiante de derecho, procedente de Valladolid, de clase media, cuyo padre quiere que entre a trabajar en un banco en su ciudad natal cuando termine los estudios. Es de clase media y no está muy dispuesto a seguir las orientaciones paternas. En cuanto a “Mari Carmen”, se trata de una “chica de Serrano”, procedente de la alta burguesía madrileña. Ambos se han conocido en la universidad, son -más o menos- novios alternando constantemente momentos de alta proximidad emocional, con situaciones de regaño y disputa.

Los dos papeles están representados, respectivamente, por un juvenil Simón Andreu y una encantadora Marta del Val. La carrera del primero, todavía no se ha cerrado. Antes, había trabajado por Rafael Gil, Luis Saslavsky, Luis Lucia, Fernando Palacios y Agustín Navarro, en cinco películas en las que fue destacando como prototipo del joven español de la época. Es uno de los actores más internacionales que ha dado el cine español, habiendo trabajado para Milos Forman o Paul Verhoeven y apareciendo en tres productos de la saga James Bond. Va camino de los 83 años y su carrera no está concluida, a diferencia de su compañera Marta del Val. Fue una de esas “estrellas fugaces”, que aparecieron, llamaron la atención unos meses, y desaparecieron. Regueiro la conoció en la zona universitaria de Madrid. Buscaba una actriz que representara a la estudiante media de la universidad española de la época: en torno a 17-18 años, discreta pero llamativa, que no tuviera un físico espectacular, ni fuera un adefesio, Fue así como se fijó en una estudiantes de económicas, de origen francés, Monique de Longeville que adoptaría el nombre artístico de Marta del Val. El único dato que hemos encontrado sobre ella, confirma que El buen amor fue su única cinta. Confesó al periodista que quería casarse y tener hijos y que solamente volvería a rodar si encontraba guiones inteligentes. No nos debió encontrar.

Ambos personajes, risueños, ingenuos, amantísimos, cogen un tren en dirección a Toledo. Se encuentran a dos Guardias Civiles en el curso del viaje que Regueiro se preocupa de adornar con todos los tópicos que manejaba la progresía en la época. Los comentarios son del género de: “aquí en la guerra hubieron muchos muertos”, pasando por el Cerro de los Ángeles (elude decir que las milicias republicanas “fusilaron” la imagen del Cristo que allí se encuentra), alguien evoca al Padre Venancio Marcos, evangelizador y titular de programas de radio y televisión durante el franquismo, alguien canta el “Asturias patria querida”, y otro lee La Codorniz y una versión para nosotros desconocida del “Faceta nera” que cantaban los escuadristas de Mussolini; luego llegan a Toledo, con el Alcázar ya reconstruido. Hay miradas de deseo de los hombres hacia las mujeres jóvenes. A lo largo del viaje, “José” y “Mari Carmen”, parecen pensar solamente en “darse el pico”. “José” le dice a su novia que “En los ejercicios espirituales el sacerdote nos dijo que no era pecado”. Hablan sobre el noviazgo, sobre ellos mismos, sobre las diferencias entre viajar en “primera” y hacerlo en “tercera”, sobre el Opus Dei… No están contentos con nada, especialmente porque saben que, en breve se les acabará la vida de estudiantes.

Así se van desgranando lentamente, con una lentitud a ratos exasperante, los minutos de esta visita a Toledo. Es cierto que ambos aprovechan el viaje para conocerse mejor y que el final es ambiguo. No se sabe si coinciden en algo, si ese conocimiento les ha hecho aproximarse uno al otro, o si es el preludio de una ruptura definitiva. Lo que si parece es que Regueiro -que es director, pero también autor del guion- debió faltar algún día a las clases de la guionización. Siendo la temática interesante -cómo eran, cómo se comportaban y en qué creían dos jóvenes “estándar” de aquella generación- el resultado no tiene nada que ver con la realidad social de la época. Los dos jóvenes se comportan como adolescentes, evidencian una inmadurez permanente, el pretendido realismo se convierte en fantasía frívola y vacía, el estudio psicológico y el intimismo de la cinta, más parecen el que podría deducirse de una guardería infantil que de un par de universitarios a punto de acabar sus carreras. Créanme: la juventud sesentera no era así. Puede decirse que, en esta cinta, Regueiro se ha adelantado a su época (volverá a hacerlo en Si volvemos a vernos, cuando realiza una inmersión en la “ideología woke” medio siglo antes de que irrumpiera).

El gran problema de esta película es que apenas pasa nada. ¿Por qué tendría que pasar algo en una cinta? Coño, porque el público ha pagado una entrada para ver “algo”, no para asistir a conversaciones intrascendentes, infantiles y vacías. Y lo poco que pasa -cuando aparece la futura militante del PCE, Enriqueta Carballeira, modistilla que ha acompañado al protagonista al cine en un momento de ruptura con su novia- ni siquiera está bien resuelto.

Quizás la palabra que mejor define la temática de esta cinta, sería “naïf”, infantil. Las referencias simbólicas al franquismo son tan tópicas y tardías que, incluso ambientadas en una ciudad de provincias, parecen desfasadas y poco asumibles. En algunas escenas esos símbolos son casi subliminales y hay que estar muy atentos para pillarlos al vuelo (el cartel que aparece de la “Semana de Cine Forum Juvenil” firmado por la “Delegación Nacional de Sindicatos”, muestra la palabra “nacional”, tachada. A la progresía, “lo nacional” siempre ha parecido incomodarlos. El ambiente heredado de la guerra civil hacía mucho tiempo que se había disipado y aquí parece constantemente planeando sobre los protagonistas. La escena final, es el resumen de lo que ha sido la película: un tren que se va y una estación que se queda. Poco para que al aparecer en letrero de “FIN”, el espectador pueda sentirse satisfecho.

 

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