MI QUERIDA SEÑORITA (1972) – Jaime de Armiñán – Cambio de sexo en 1972, androginia (no transexualismo)
Sorprende esta película de hace más de medio siglo, en la que el
tema central era algo tan actual como el cambio de sexo. Se advertía también
sobre sus riesgos. No era por capricho, sino por imposición natural. El/la
protagonista estaba aquejado de androginia. Por consejo del sacerdote se
realiza una operación de cambio de sexo. Tardará en normalizar su situación.
Otra película española de la época que se adelantó a su tiempo.
FICHA
TITULO: Mi querida señorita
AÑO: 1972
DURACIÓN: 80 minutos
DIRECTOR: Jaime de Armiñán
GÉNERO: Drama
ARGUMENTO: Una mujer de provincial,
solterona, encuentra a un viejo conocido, enamorado de ella; incluso piensan en
casarse (con la oposición de las hijas de él). Sin embargo, ella sabe que no es
normal. Siente atracción por su sirvienta. Un sacerdote le recomienda que
visite a un médico en Madrid. Tras hacerse una operación de cambio de sexo,
comprobará las dificultades de adaptarse a su nueva situación. Bruscamente,
conocerá el amor.
ACTORES: José Luis López Vázquez, Julieta Serrano, Antonio Ferrandis, Enrique Ávila, Lola Gaos, Chus Lampreave, Mónica Randall, Manolo Otero,
CLIPS
CLIP 1 – CRÉDITOS. UNA SEÑORA DE PROVINCIAS Y SU SIRVIENTA
CLIP 2 – ENCONTRANDO AL NOVIO DE LA JUVENTUD (HOY VIUDO)
CLIP 3 – LA SIRVIENTA, SU NOVIO Y ALGO QUE FALTA EN LA VIDA DE LA “DOÑA
ADELA”
CLIP 4 – UN SACERDOTE PROGRE Y EL NOVIO DE AYER QUE BUSCA RENOVAR
RELACIÓN
CLIP 5 – EN EL CONFESIONARIO… EXPLICANDO “EL PROBLEMA”
CLIP 6 – LA SIRVIENTA YA NO AGUANTA MÁS Y PLANTA A “DOÑA ADELA”
CLIP 7 – CON EL MÉDICO EN MADRID QUE SACA A LA SUPERFICIE AL “HOMBRE
NUEVO”
CLIP 8 – CUANDO DOÑA ADELA SE CONVIERTE EN DON JUAN
CLIP 9 – NO ES FACIL SER HOMBRE… EN LA PENSIÓN SINIESTRA
CLIP 10 – UN ENCUENTRO INESPERADO
CLIP 11 – NORMALIZANDO LA RELACIÓN CON LA EXSIRVIENTA POR PARTE DE
LA EX ADELA
CLIP 12 – VENCIENDO EL MIEDO A LA RELACIÓN ÍNTIMA
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
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En FlixOlé: MI
QUERIDA SEÑORITA
En RTVEplay: MI
QUERIDA SEÑORITA
Lo menos que puede
decirse sobre MI QUERIDA SEÑORITA
Cuando hoy aparecen transexuales alardeando de que por fin han
sido reconocidos sus derechos, llama la atención que esta película toque el
tema en el ya lejano 1972. Estábamos en la época del tardo-franquismo y, si
bien es cierto que la película tocaba la “transexualidad”, lo cierto es que la
abordaba desde un punto de vista diferente. No es que el personaje interpretado
por José Luis López Vázquez “se sintiera hombre” y su cerebro fuera
“masculino”, sino que orgánicamente, era andrógino: estaba dotado de los dos
sexos, uno de los cuales, el femenino, había sido el dominante… El fenómeno se
conocía desde la más remota antigüedad, incluso ocupaba un lugar en la
mitología griega y romana. El personaje de Serafita de Balzac, iba en la misma
dirección. Y la androginia interesó vivamente a artistas como Dalí (que se
enamoró de uno de los primeros “transexuales”, Amanda Lear; su amigo, Federico
Fellini había mostrado a un andrógino en varias de sus cintas setenteras.
Estamos hablando de “androginia” (dos sexos en un solo ser), no de
“transexualidad” (nacimiento en un sexo y deseo de transformarse en el
opuesto). Cuando se rodó Mi querida señorita esta distinción no
estaba tan clara como lo está ahora. Ni, de hecho, cuando Dalí admiraba la
“androginia” de Amanda Lear (que seguramente no era tal, sino más bien un caso
de “travestismo” de efecto escénico), no animaba al “cambio de sexo”, sino, más
bien, al ideal platónico de perfección. En efecto, Platón explicaba que,
inicialmente, los dioses crearon una “raza andrógina”, pero, en un momento
dado, asustados por su potencia, la separaron y a un lado quedaron los varones
y en el otro las mujeres. Platón explicaba la unión sexual hombre-mujer como un
intento de reconstrucción del andrógino primitivo. Dalí, que había leído La
metafísica del sexo de Julius Evola, compartía esta visión y la trasladaba a
los ángeles, que, en sí mismos eran también entes andróginos. Se como fuera,
gracias a Fellini y a Dalí, gracias a la Seráfita de Balzac y al estudio
erudito de Mircea Eliade (Mefistófeles y el andrógino), lo cierto es
que, a principios de los años 70, el tema era relativamente popular entre
élites culturales, lo que animó a Jaime de Armiñán -un nombre habitual en la
TVE en aquellas décadas, a rodar una cinta sobre este tema.
El guion era del propio Armiñán y de José Luis Borau. Armiñán -que
si hemos de creer a Wikipedia, ha cumplido 96 años el pasado 9 de marzo de
2023- era uno de los realizadores más conocidos de TVE desde el momento mismo
de su arranque. Ya en 1958 había realizado Érase una vez…, seria
inolvidable y, desde entonces, hasta la muerte de Franco, se convirtió en un
nombre vinculado a las series de más audiencia en TVE. No volvió a filmar nada
para TVE hasta 1982 (su, igualmente inolvidable, Ramón y Cajal: historia de
una voluntad). A partir de 1962, combinó su trabajo como realizador de TVE
con su intervención en películas de José María Forqué, habitualmente como
guionista y, a partir de 1969 ya como director. Mi querida señorita fue
su segundo largometraje, siendo a la vez guionista y director. El producto
salió redondo y todavía hoy puede verse. A pesar de la temática, no puede
compararse ni remotamente con productos recientes cuya chabacanería es signo de
nuestro tiempo (véase Veneno).
Resumimos el guion. “Adela” es una mujer madura de provincias,
soltera, con cierta fortuna personal que le permite colaborar con la parroquia
y actividades culturales. Vive con una sirvienta, “Isabelita”, a la que trata
de preservar de las malas compañías masculinas. Habitualmente, “Adela” muestra
mal genio hasta el punto de que la sirvienta, en un momento dado, le abandona
tras una pelea; este carácter extemporáneo, unido a su física, no precisamente
agradable, hace de ella un personaje relativamente desagradable. Pero esto no
es obstáculo para que “Santiago”, un industrial que había conocido en su
juventud, regrese a la provincia con sus hijas, tras enviudar, y recupere la
relación con ella proponiéndole matrimonio. Sin embargo, “Adela” tiene un
secreto que le impide desarrollar una vida normal. Androginia. Ha sido educada
como mujer, pero tiene rasgos fisiológicos varoniles. Quien conoce -o más bien,
intuye- su secreto, el sacerdote de la parroquia con la que colabora, le
sugiere que visite a un médico madrileño, especialista en estos temas (por
entonces, se decía que el Vaticano tenía un andrógino para estudiarlo). Se va,
pues, de la provincia sin despedirse de “Santiago” y, una vez en Madrid es
operado y “convertido” en mujer con todos los atributos. Vivirá en una pensión
como “hombre”. Ya no es “Adela”, es “Juan”.
Inicialmente sufrirá estrecheces económicas y estará a punto de ser
despedida de la pensión en la que vive. No tiene claro de qué va a vivir, pero
allí, en la pensión encuentra una máquina de coser que utilizará para lo único
que sabe hacer. Eso le permitirá obtener algunos fondos, pero la sorpresa viene
cuando al entrar en un bar se encuentra a “Isabelita” que se ha trasladado a la
capital. Ella no la reconoce y, a partir de ese momento, inician una relación
que terminará en matrimonio. Una vez más, final feliz. Pero hasta llegar a ese
punto la película, en su segunda parte, nos irá relatando la inseguridad y los
miedos de alguien que, bruscamente, de un día para otro, debe de actuar y comportarse
como hombre de la segunda mitad del siglo XX, cuando ha sido educado como mujer
de la primera mitad de ese mismo siglo. La situación y las reflexiones por las
que nos conduce Armiñán resultan de los elementos más interesante y cuidados de
la película.
También aquí el reparto es impresionante: en primer lugar por el
papel de José Luis López Vázquez, tanto en su versión de “Adela” como en su
transformación en “Juan”. Ni en una sola escena cae en el ridículo, en la
astracanada o en la grosería. Tanto en su versión como “mujer” como en su
versión “masculina”, el actor se muestra convincente y el nivel de dramatismo y
realismo llega a sus más altas cotas. Igualmente, la “sirvienta”, papel
encarnado por Julieta Serrano, resulta convincente. Al final, ella ha reconocido
a la que fuera “su querida señorita”, pero ha evitado decirle nada. Se nos
muestra como una de tantas chicas que generaron la vida en la España
provinciana y rural que, en un momento dado, quiso progresar y se dirigió a la
capital para encontrar marido, trabajo y realizar el “sueño español” sesentero.
Dos personajes que llaman igualmente la atención en el reparto: la
propietaria de la pensión, “Chus”, la patrona, encarnado por Lola Gaos y su
sobrina, papel interpretado por una casi irreconocible Chus Lampreave. Entre
ambas trenzan todo lo que de desagradable y rastrero podía haber en aquellas
pensiones de las que todavía quedaban rastros en los años 70. Otra presencia
notable: una chica, vecina de la pensión, que trabaja en el “descorche”, en un
cabaret de mala nota, Mónica Randall. La generosa chica de alterne que no duda
en prestar dinero a “Juan” para que pueda volver a su pueblo, vender su
patrimonio, sin esperar siquiera que algún día venga a devolvérselo. Un reparto
excelente, incluso en los papeles secundarios.
La película se rodó en 1971, durante el verano. La “ciudad de
provincias” que nos muestra -imaginaria- está compuesta por tomas de Bayona,
Tuy y Vigo. El resto se rodó en Madrid. La política sorprendió en una España
que no estaba habituada a oir hablar de “cambios de sexo” y muy poco de
androginia (salvo en las élites culturales a las que nos hemos referido antes).
Gustó al público y fue vista en pocas semanas por 2.000.000 de espectadores, la
más taquillera de aquel año. Fue seleccionada para los Oscars, aunque no
consiguió el premio a la “Mejor película extranjera”; ese mismo año recibió el
“premio de consolación” en el Festival Internacional de Chicago: se lo llevó
José Luis López Vázquez, como “mejor actor”.
Hoy está considerada como una de las mejores películas españolas
de todos los tiempos. Y con razón.
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